Paseando por el Facebook me he encontrado una interesante propuesta de la compañera +Mertxu Ovejas, que propone un meme interesante. Hace ya una eternidad que no hago una entrada al blog, esto de que hay nuevas tecnologías, nuevas formas de compartir el conocimiento entre los alumnos, y como siempre he pensado que hay que probarlo todo, pues en ello estoy. Es verdad que mi primer contacto con la tecnología fue a través de los blogs, una herramienta que me fue muy útil, interesante y que, en cierto modo añoro.
De este modo me ha entrado el gusanillo y la añoranza, así que me he puesto manos a la obra: he cogido una obra clásica de la estanteria, no tan al azar como +Mertxu Ovejas propone, porque tengo una especial querencia a Eurípides y a su tragedia Medea, sí que la he abierto por una página al azar, y sorpresa!, ha ido a caer en uno de los monólogos de Medea que más me han impactado siempre, ahí lo dejo:
¡Oh, mujeres corintias! Salgo de casa por que
reproches no me hagáis; pues, mientras sé que muchos
hombres, tanto en privado como en el trato externo,
orgullosos realmente se vuelven, a otros hace
pasar por indolentes su tranquilo vivir.
Que no son siempre justos los ojos de la gente
y hay quien, no conociendo bien la entraña del prójimo,
le contempla con odio sin que haya habido ofensa.
Y, si debe el de fuera cumplir con la ciudad,
no alabo al ciudadano que amargo y altanero
con los demás se muestra por su falla de tacto.
Pero a mí este suceso que inesperado vino
me ha destrozado el ánimo; perdida estoy, no tengo
ya a la vida afición; quiero morir, amigas.
Porque mi esposo, el que era todo para mí, como
sabe él muy bien, resulta ser el peor de los hombres.
De todas las criaturas que tienen mente y alma
no hay especie más mísera que la de las mujeres.
Primero han de acopiar dinero con que compren
un marido que en amo se torne de sus cuerpos,
lo cual es ya la cosa más dolorosa que hay.
Y en ello es capital el hecho de que sea
buena o mala la compra, porque honroso el divorcio
no es para las mujeres ni el rehuir al cónyuge.
Llega una, pues, a nuevas leyes y usos y debe
trocarse en adivina, pues nada de soltera
aprendió sobre cómo con su esposo portarse.
Si, tras tantos esfuerzos, se aviene el hombre y no
protesta contra el yugo, vida envidiable es ésta;
pero, si tal no ocurre, morirse vale más.
El varón, si se aburre de estar con la familia,
en la calle al hastío de su humor pone fin;
nosotras nadie más a quien mirar tenemos.
Y dicen que vivimos en casa una existencia
segura mientras ellos con la lanza combaten,
mas sin razón: tres veces formar con el escudo
preferiría yo antes que parir una sola.
Pero el mismo lenguaje no me cuadra que a ti:
tienes esta ciudad, la casa de tus padres,
los goces de la vida, trato con los amigos,
y en cambio yo el ultraje padezco de mi esposo,
que de mi tierra bárbara me raptó, abandonada,
sin patria, madre, hermanos, parientes en los cuales
pudiera echar el ancla frente a tal infortunio.
Mas, en fin, yo quisiera de ti obtener sólo esto,
que, si un medio o manera yo encuentro de vengar
el mal que mi marido me ha hecho, callada sepas
estar. Pues la mujer es medrosa y no puede
aprestarse a la lucha ni contemplar las armas,
pero, cuando la ofenden en lo que toca al lecho,
nada hay en todo el mundo más sanguinario que ella
Eurípides, Medea vv 214- 409
Ahora le paso el testigo a quien quiera cogerlo